Acrílico sobre lienzo 81×64
Con la lana de mi colchón tejo una flor, con cariño Entresueños, una cuota de miedos, pesadillas y frío Tengo mucha hambre, llaman a la puerta sombras que bailan, cóctel de peligros. Panizo
Nos tenemos que remontar a los años 40-50 cuando empezó este oficio perdido y España vivía una hambruna de carencia grave de alimentos, el miedo a muerte por inanición por desnutrición acechaba a la mayoría de la población, sobrevivir era una suerte épica.
Los Colchones antiguamente estaban hechos de lana, El colchonero era el encargado de ir a las casas, previo aviso, para la reparación o fabricación nueva de colchones.
Con el paso del tiempo, los colchones de lana acababan apelmazados, perdiendo su forma original y había que llamar a un experto que lo reparase:
Se debía llevar a cabo un proceso: en primer lugar, se deshacía el colchón viejo, para lavar la tela y la lana. Normalmente la tela se usaba para otros fines y se empleaba una nueva. La lana era reutilizada tras ser lavada, separada a mano y vareada, siendo necesario la utilización de más cantidad, o lana nueva, para rellenar el colchón. Para el vareo de este material, se empleaba una vara de avellano, sabina o serena. Durante este proceso se desprendía mucho polvo y suciedad, por lo que era necesario trabajar con la cara tapada.
Una vez preparados los materiales, se ponían dos trozos de tela, uno encima de otro, los cuales eran rellenados con la lana y cosidos, poco a poco, con aguja e hilo grueso.
El tiempo normal, entre reparación y reparación de los colchones, eran dos años.
Increíble, era más fácil que se cumplieran tus sueños antes…
Pero por desgracia en aquella época no era así, he tenido que plasmarlo en el mundo de las pesadillas por la época de la posguerra en la que se desempeñaba este oficio:
Atrapados por el Hambre, el Frío, la desolación…
Drácula, sale de la cripta del cementerio de San Isidro, el más antiguo de Madrid, simboliza el miedo a la oscuridad que acechaba, imaginaros la angustia de no saber si podrás despertar de la pesadilla del día a día sin garantías de bienestar para ti y tus hijos…
Si giras la imagen del cuadro 180 grados aparecen almas que no sobrevivieron…
Por desgracia, murieron al menos 200.000 personas entre el 39 y el 42 de hambre o de causas derivadas del hambre, como enfermedades infectocontagiosas .
Mi madre siempre me ha contado historias de la guerra y postguerra que a su vez mi abuela, que era de Madrid le narraba, toda una lección de coraje, resistencia y fuerza que les tocó vivir que he querido dedicarles a las víctimas.
Me gusta mucho recordar y plasmar con mi interpretación esos oficios perdidos, tan entrañables que, aunque no los hemos vivido nos lo han contado nuestros padres y abuelos con nostalgia y apego a lo auténtico y natural.
Quiero homenajear con esta serie para mi exposición de Madrid Nuestro a estos grandes trovadores que, en su gran mayoría, no disponían ni siquiera de un local y comenzaban un periplo por Madrid, para continuar por las grandes ciudades ganándose la vida por las calles, con su particular desparpajo y sin perder la sonrisa, entrando incluso en las propias casas vendiendo su material que llevaban a cuestas.
En el s. XXI vivimos en la contradicción de quejarnos y no tener grandes motivos sin valorar las comodidades y confort del que gozamos evolutivamente. Me parece muy importante crear espacios donde encontrarnos y reconocernos no solo de ocio y cultura , sino del día a día que en las grandes urbes tanto se ha perdido, respetando la naturaleza y la materia prima y habitar y respirar instantes de oro, cotidianos, observar, conversar, leer, que todo nos aporte incluso en nuestras rutinas diarias y nos salve en nuestro viaje interior …y compartirlo. Gracias